viernes, 15 de agosto de 2008

EL COLECCIONISTA, por Vincent Von Streitsen

Compilado VIII

Amigos coleccionistas, ¡al fin otra selección de divertidas anécdotas! Tenemos aperitivo y bajativo a cargo de dos fastuosos escribidores que escoltan nuestro plato fuerte compuesto por compositores, valga la pedorra redundancia.
Los dejo entonces, sin más chistes idiotas que agregar, con esta nueva serie de pequeños milagros históricos.
Enjoy!

· Molière (1622-1673) era enemigo de todos los médicos. Un día que estaba enfermo de cierto cuidado, llamaron a un médico sin que él lo supiera.
- Está el médico, le avisaron con el consiguiente asombro de Molière.
- Dígale que hoy no puedo recibirlo -replicó este- porque estoy enfermo.

· Un día caluroso, Jacinto Benavente (1866-1953) -el comediógrafo español- estaba escribiendo bajo un árbol de su quinta en Galapagar, cuando pasaba uno de los aldeanos y le dijo:
“Hola, don Jacinto. ¿Descansando?”
“No, trabajando”, contestó él.
Otro día, el mismo aldeano lo encuentra con una pala en el jardín, cavando, y le dice:
“Ah, don Jacinto. ¿Trabajando?”
“No -le replica esta vez el escritor- estoy descansando”.

· Siendo todavía niño, Beethoven (1770-1827) solía improvisar en el piano o en el violín, olvidándose completamente del mundo. Más de una vez su madre lo hacía volver en sí, cuando iba a llamarlo a comer. Un día que lo estaba buscando, lo encontró solo en una pieza tocando el violín, abismado en sus melodías. Asustada, la madre vio cómo una araña se dejaba caer, desde el cielorraso, sobre el niño que estaba en el medio de la pieza. Acercase ella y tirando la araña lejos la mató luego con el pie. Lleno de ira, el joven músico arrojó el violín a los pies de su madre y nunca más tocó ese instrumento. La muerte de la araña, su única compañera que le escuchara en su soledad y a la que había encantado con su arte, le afligió muchísimo.

· Robert Schumann (1810-1856), que estudiaba en la Universidad de Heildelberg, estaba siempre en deuda. Una vez que se encontraba en un gran aprieto, se dirigió a su tutor con estas palabras: “Querido tutor, mándeme urgentemente dinero; de otra manera tendré que ir por ocho días a la cárcel”.
El tutor, el buen señor Riedel, le respondió: “¡Ocho días de arresto! ¡Cuánta expectativa! Esos días de reposo y tranquilidad le serán muy útiles para componer buena música”.
Con esto, el tutor no le mandó lo que le pedíay Schumann fue a la cárcel. A este reposo memorable debemos varias hermosas canciones que compuso durante esos días melancólicos y tranquilos, como su solícito tutor se lo había pronosticado.

· E cierta ocasión se encontraron los dos genios Haydn (1732-1809) y Mozart (1756-1791). El joven y chistoso Mozart se dirigió al maestro y le dijo:
“Le apuesto seis botellas de vino que voy a componer una pieza de música que usted no podrá tocar a primera vista.
Haydn aceptó la apuesta, Mozart escribió rápido unas notas en el papel. Haydn se sentó al piano y empezó a tocar, pero de pronto se detuvo y dijo:
“Mis dos manos se hayan ahora en los dos extremos del piano. ¿Cómo puedo entonces tocar esta tecla que está justamente en el medio? ¡Es imposible!”
Sonriendo, Mozart se sentó al piano y con sus dos manos tocó las notas de los extremos, mientras que la del medio la tocó con su nariz, ganando así la apuesta.

· El inolvidable director de orquesta Arturo Nikisch (1856-1922) daba un concierto en Budapest. En el programa figuraba la Obertura Leonora Nº3, de Beethoven, en la que el trompestista ejecutaba un aire militar que debe oírse como venido de lejos. Para ello debe colocarse entre bastidores, mas como no había lugar, Nikisch lo mandó a la última galería del teatro, que por necesitar algunos arreglos estaba cerrada al público. Cuando el director dio la señal para comenzar, el instrumentista empezó, pero se oyeron sólo algunos sonidos, que fueron interrumpidos súbitamente. Nikisch pudo salvar la situación dando al segundo corneta la señal de continuar con el pasaje lo que hizo a entera satisfacción. Después de terminar el concierto, el director se fue furioso al otro músico y le pidió explicaciones de lo ocurrido.
-Yo no tengo la culpa –dijo el músico con toda calma- allá arriba hay unas oficinas donde trabajan varios empleados. Cuando empecé a tocar, vino uno que me arrancó el instrumento y me dijo: “¿Estás loco? ¿Cómo puedes tocar aquí la trompeta? ¿No sabes que ahí abajo, en el teatro, Nikisch está ando un concierto?” Y, llevándose mi instrumento me dejó plantado.

· Cuando Giaccomo Puccini (1858-1924) aún no era conocido, le preguntó un día un amigo:
- ¿No ha compuesto otra obra últimamente?”
- Eso de componer hoy en día es un asunto bastante difícil. Cuando le viene a uno una idea, no tiene papel; cuando la ha escrito, no encuentra editor; habiendo encontrado un editor, no paga; una vez impresa la música, nadie la compra; y si la compra no la sabe tocar; y si la sabe tocar, no le gusta…

· El pianista vienés Pablo Wittgenstein (1887-1961) perdió el brazo derecho durante la Gran Guerra. Varios famosos músicos, amigos y compañeros, entre ellos Ravel y Strauss, escribieron y dedicárosle composiciones especiales que él ejecutaba con la izquierda, de una manera tan magistral que muchos no se dieron cuenta de su defecto.

· Un periodista preguntó al padre de Pierino Gamba, quién contando con tan sólo 8 años llegó a dirigir la Orquesta de París, cuándo se había dado cuenta del talento extraordinario de su hijo.
- Cuando lo llevé a los cuatro años al jardín zoológico.
- ¿Ya entonces quería él dominar con su arte a los leones?
- No, en absoluto. Yo le había contado que lo leones a veces se escapan de las jaulas y devoran a la gente.
- ¿Y qué hizo entonces Pierino?
- Nada. Solamente me preguntó qué tranvía tendría que tomar para ir a casa si un león se escapaba y me comía.

· “¿Está Mr. Rudyard Kipling en casa?”, pregunta una señora a la sirvienta al abrir ella la puerta. El famoso escritor (1865-1936) estaba en su pieza y tenía la puerta entornada, pudiendo escuchar así lo que hablaban afuera.
- No quisiera molestarle –dijo la visita- si es que estuviera trabajando.
- ¿Trabajando? –dijo la mucama. El señor Kipling nunca trabaja. Se lo pasa todo el día haciendo garabatos en el papel.

No hay comentarios: