martes, 8 de septiembre de 2009

El coleccionista de citas XVIII - SOBRE ALLEN Y DEMÁS IDIOTAS, por Niko G. Thomspon

Si se fiјan bien, notarán que las citas de Allen aquí reunidas son ideales para quedar como un duque tanto con sus fanáticos como con sus detractores. Pues eso es lo que tiene este hombrecillo neurótico además de pelirrojo: nos gusta lo que es tan odioso de su parte: su elocuente sinceridad que nos recuerda siempre una cosa: lo absurdo de nuestra existencia, el banal forcejeo con el destino que siempre gana y por una única razón: somos todos unos tremendos idiotas. Woody lo sabe muy bien. Y algunos de los que lo acompañan en este compilado probablemente lo supieran aún mejor todavía.

Bienvenidos a una nueva edición del Coleccionista; el que no se escondió se embroma:

· Nuestra juventud es decadente e indisciplinada. Los hijos no respetan ni escuchan ya los consejos de sus mayores. El fin de los tiempos está cerca. (labrado en piedra en Caldeo hace más de 4000 años)

· Hay dos tipos de personas: los buenos y los malos. Los buenos duermen bien, pero los malos parece que se la pasan mejor cuando están despiertos. (Woody Allen)

· Siempre habrá una batalla entre sexos porque hombres y mujeres quieren cosas diferentes, los hombres quieren mujeres y las mujeres quieren hombres. (Georges Burns)

· Prefiero no conocer gente agradable para no tener que tomarme el trabajo de caerles bien. (Woody Allen)

· De la única cosa que el mundo nunca se va a cansar es de la exageración. (Dalí)

· El sexo entre dos personas es una cosa hermosa; entre cinco es fantástico. (Woody Allen)

· El resultado directo, legítimo e inmediato de la conciencia es la inercia, o sea, el afán premeditado de no hacer nada. (Dostoyevski, “Apuntes del Subsuelo”)

· La vida transcurre entre lo horrible y lo miserable; aunque si uno tiene suerte, tan sólo es bastante triste. (Woody Allen)

· El secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo. (Voltaire)

· Inventad, pues, el amor que soporte no solo todos los castigos, sino también todas las culpas. Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos, excepto a los que juzgan. ¡Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo! ¡Cómo puedo dar a cada uno lo suyo! Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío. (Nietzsche, Así habló Zarathustra)

· Me lo quedé mirando, perdido en el asombro. Allí estaba, delante de mí, en su traje de colores, como si hubiera desertado de una trouppe de saltimbanquis, entusiasta, fabuloso. Su misma existencia era algo improbable, inexplicable y a la vez anonadante. Era un problema insoluble. Resultaba inconcebible ver cómo había conseguido ir tan lejos, cómo había logrado sobrevivir, por qué no desaparecía instantáneamente. “Fui un poco más lejos”, dijo, “cada vez un poco más lejos, hasta que he llegado tan lejos que no sé cómo podré regresar alguna vez. No me importa. Ya habrá tiempo para ello. Puedo arreglármelas. Usted llévese a Kurtz pronto, pronto…” El hechizo de la juventud envolvía aquellos harapos de colores, su miseria, su soledad, la desolación esencial de sus fútiles andanzas. Durante meses, durante años, su vida no había valido lo que uno puede adquirir en un día, y allí estaba, galante, despreocupadamente vivo, indestructible según las apariencias, sólo en virtud de su juventud y de su irreflexiva audacia. Me sentí seducido por algo parecido a la admiración y la envidia. La aventura lo estimulaba, emanaba un aire de aventura. Con toda seguridad no deseaba otra cosa que la selva y el espacio para respirar y para transpirar. Necesitaba existir, y moverse hacia delante, hacia los mayores riesgos posibles, y con los más mínimos elementos. Si el espíritu absolutamente puro, sin cálculo, ideal de la aventura, había tomado posesión alguna vez de un ser humano, era de aquel joven remendado. (Pasaje de “El Corazón de las Tinieblas” de Joseph Conrad)

Fe de ratas desmemoriadas:

Revisando el material publicado en los Coleccionistas anteriores, me topé con un error que merece ser rectificado: En el compilado número IX, Mitzuca comenta que el Sr. Allen –en boca de un personaje interpretado por él mismo- decía que la “superstición es la ilusión de la permanente”. Pues bien, el otro día volví a ver Deconstructing Harry y el protagonista no habla de superstición, sino de “tradición”, lo cual tiene mucho más sentido. Por favor, sepan disculpar a este anciano nipón en la última recta de su despreocupada existencia. Cuando le comenté de su falta, me gritó insultos irreproducibles y me persiguió un par de metros con su bastón en alto. Así y todo, lo conozco al geronte malagradecido y estoy seguro que en el fondo siente un gran alivio al saber que aquí estamos aclarando semejantes errores en el campo del conceptualismo.

Salud y mucho amor, Niko

P.D. Aprovechamos esta mutua molestia digital para saludar ruidosamente a nuestros queridos lectores shilenos, o sea, a ⌡uanito y su amada (si sos shileno y no te nombré, hacénoslo saber que somos tipos muy vanidosos). Salud con Pisco, hueones culeaos!

1 comentario:

Lulet dijo...

no sé cómo llegué a que se me mande por mail, no recuerdo; pero me gustó muchisimo, sabelo :) te sigo.